domingo, 14 de septiembre de 2014

Los indecisos del referéndum de Escocia: "Aún no sé qué votaré"


Pegatinas en el buzón de una calle de Edimburgo. Foto: Edu Granados.
 “No sé, aún no sé qué votaré”, confiesa Ryan (31) sentado en una terraza de la céntrica Royal Mile de Edimburgo. “Y eso que solo hay dos opciones: Sí o No. Parece fácil, pero no lo es”. A menos de una semana para la celebración del referéndum sobre la independencia de Escocia, aún quedan muchos votantes indecisos: entre un 12% y 8%, según los últimos sondeos. En una recta final tan reñida, este grupo de personas serán decisivas para el resultado final. Por eso, conviene preguntarse quiénes son, por qué dudan y cuál es la estrategia de sendas campañas para atraerlos.

Hace un año, uno de cada cuatro escoceses no tenía decidida su postura respecto a la independencia y, según se acerca el momento de votar (18 de septiembre), las dudas siguen rondando sus cabezas. Hoy el número de votantes indecisos se acerca a los 771.000, según las encuestas. Suelen ser aquellos que no se identifican con ningún partido político, aunque, según Robert Liñeira, investigador en Ciencia Política de la Universidad de Edimburgo, lo que caracteriza a estos votantes es que “muchos de ellos quieren que Escocia continúe dentro del Reino Unido, pero con más poderes que en la actualidad”. Como esa opción no está en la papeleta de voto del referéndum, ambas campañas mueven las últimas fichas para ganar la partida.

Ante el temor de una victoria independentista, el jefe del Gobierno británico, David Cameron; el vicepresidente del Ejecutivo, el liberaldemócrata Nick Clegg, y el líder laborista, Ed Miliband viajaron el pasado miércoles a Escocia para intentar convencer a los escoceses de que el resto del Reino Unido quiere que se queden. Para la mayoría de los escoceses este “aterrizaje” llega tarde y no supondrá un cambio de opinión respecto a su voto. “Vienen a falta de una semana cuando tendrían que haber venido hace un año. Demasiado tarde”, se queja Ryan.

Aún así, las propuestas y los discursos continúan a diario en las ciudades más importantes de Escocia. Ambas campañas centradas en conceder más autonomía y poderes a los escoceses: “el Sí ha propuesto una ‘Independencia Light’. Es decir, proponen una Escocia independiente, pero compartiendo la moneda, la reina o el mercado energético con el resto del Reino Unido”, explica Robert. “A su vez, la campaña del No promete que Escocia goce de más poderes fiscales o de mayores competencias en políticas de bienestar en caso de que no se independice”. Aunque estas últimas promesas han levantado ampollas entre los tories de Londres, que no lo ven tanclaro.  Para Robert, una de las claves será si una Escocia independiente puede utilizar o no la libra esterlina. “La insistencia permanente del líder unionista, Alistair Darling, sobre esta cuestión parece que ha hecho menos creíble el mensaje y ahora hay más escoceses de los que había hace un mes que piensan que se trata de una estrategia electoral”.

Más de 4,2 millones de escoceses se han registrado para votar y de ellos 120.000 lo han hecho en el último mes, cuando la campaña se ha puesto al rojo vivo. Los registrados son el 97% de los electores, una cifra récord, sin precedentes en ninguna elección escocesa. Aunque finalmente no todos ellos vayan a votar, se preve una afluencia a las urnas altísima, en torno al 80%.

Cerca de 4,2 millones (cifra record en la historia escocesa) de personas están registradas para ejercer su derecho al voto, con un gran repunte en el mes de agosto, cuando los resultados se han igualado. Aún así, para los comicios del próximo jueves se prevé una asistencia del 80%. Ángel Morales es uno de ellos: votará, pero aún no sabe a quién. “Mi caso es paradigmático de lo que ha sucedido en Escocia en el último año. Mi inclinación particular sería hacia el No, puesto que cualquier nacionalismo me inquieta de sobremanera. Pero, si te soy sincero, a día de hoy, aún no sé qué votaré el jueves”, confiesa este arquitecto catalán con mujer e hijos en Edimburgo. “La cabeza me dice que No, puesto que tengo serias dudas que el Sí no ha conseguido aclarar. Aunque mi corazón apuesta por una Escocia que podría enfrentarse a los problemas desde otra perspectiva, empezando de cero”.

Los jóvenes de 16 y 17 años también podrán votar. Ellos ocupan un 3% del electorado y, como Sarah, muchos no han decidido su voto. Esta joven edimburguesa duda entre lo que escucha en casa y lo que lee en las redes sociales (un 50% coincidirá con la elección de sus padres, según un estudio). “Los jóvenes llevamos siguiendo desde hace tiempo cómo se desarrolla el debate sobre la independencia. Estamos muy sensibilizados. Creo que es porque este referéndum no se trata de partidos políticos, sino de nuestro futuro. Somos conscientes de nuestra responsabilidad”, explica Sarah. Según los expertos, esta “generación selfie” no será decisiva en el resultado, pero, con las encuestas tan apretadas, todo puede pasar.

Daniel Domínguez (19), como estudiante de Cine y Políticas en la Universidad de Glasgow, se ha estado preguntando durante todo el curso si votará o no. “Hay diferencias claves entre ambas campañas que me hacen decantarme por la independencia. Por ejemplo, con el tema del petróleo en el Mar del Norte, el armamento nuclear (situado en el oeste de Escocia), la privatización del NHS (Servicio Nacional de Salud con sus siglas en inglés) y el futuro de la educación”. Cómo él, cinco mil españoles residentes en Escocia tienen derecho al voto, mientras que 750.000 escoceses no votarán por vivir fuera. “Creo que lo deberían decidir los escoceses y no un  español que ha llegado aquí a estudiar casi de rebote”, reconoce Dani. “Aunque no es solo la independencia de Escocia lo que se vota. También es decir no a las políticas que se toman en Londres y a una serie de medidas que se están tomando en el mundo entero y más en Europa”. Finalmente, admite que, como la mayoría de escoceses dudosos, decidirá el día antes del referéndum.


Según los sondeos, el apoyo a la independencia es menor entre las mujeres, con un mayor nivel de indecisión. “Quiero una Escocia nueva, limpia y más igualitaria, pero me da miedo que después de independizarnos salgamos mal parados”, cuenta Isabelle (64) que votará Sí, yendo en contra de su marido e hijos. Esta votante laborista reconoce que el papel de su partido es crucial, puesto que históricamente ha dominado Escocia excepto en los últimos años y eso ha creado divisiones respecto al voto. “Voy a decirte algo raro: quiero que gane el Sí, pero votaré No. ¿Tiene eso sentido? No lo sé”.

Componer canciones con mujeres maltratadas y personas sin hogar


Rafa Sánchez ha llevado el compromiso de ser cantautor hasta sus últimas consecuencias. En su proyecto Fabricanciones compone con mujeres que han sufrido el maltrato de sus parejaspara sacar con la música la angustia que llevan dentro. Antes, trabajó en la misma línea conpersonas sin hogar para hacer visible un grave problema que a menudo olvidamos. Hablamos con él en su taller de Madrid, y con dos de los coautores de sus canciones de liberación, Laura y el guineano Óliver.
Ha llegado la hora. Rafa afina su guitarra mientras un grupo de mujeres, víctimas de la violencia de género, hablan, ríen y sonríen. Una melodía se abre paso entre el tumulto de voces y cada mujer inicia su viaje particular al recuerdo. Ojos cerrados, manos abiertas: el pasado se convierte en presente. Asoman las emociones, aunque flaquean las palabras. De repente, una mujer sugiere una sensación, de ahí nace una frase. Otra. Y otra. Se acumulan las experiencias hasta que se crea una metáfora, un verso. Una pizarra recoge y asimila cada trocito de vida que estas mujeres le regalan. Quieren vivir su presente, enseñar su herida cerrada y servir de ejemplo para el futuro más cercano. “Hay que hacer más canciones. Nosotras no podemos dejar de hacer canciones”.
Rafa Sánchez (en Twitter @fabricanciones), cantautor madrileño, se siente afortunado de poder dedicarse a la música como servicio para las personas y que esté comprometida con causas como la dignidad y la justicia. “Entiendo la música como una forma de estar en el mundo. No sabría vivir sin componer, no puedo dejar de hacerlo”, confiesa Rafa mientras coloca con cuidado su guitarra. El año pasado sacó adelante un proyecto con la asociaciónGenerando Igualdad llamado Fabricanciones: un taller de composición de canciones donde las protagonistas son las mujeres que, cada martes, ofrecen su historia marcada por el maltrato para convertirla en canción y que así sirva de ejemplo para otras mujeres que atraviesen una situación similar. Además, este taller sirve como terapia en la que se comparten experiencias, alegrías, tristezas y, también, muchas ilusiones.
Laura (24 años) empezó a sufrir maltrato por parte de su novio cuando tenía 17. No era consciente, hasta que dijo “basta”. Ese fue el título de la primera canción compuesta en el taller de Fabricanciones, allá por marzo del año pasado. “Esta familia, porque es una familia, me ha ayudado a aceptarme, a mirar al pasado sin miedo, desde la verdad, a normalizar mi historia. Ahora no huyo de lo que me ocurrió, sino que me enfrento a ello”, afirma Laura convencida. “A todas las mujeres que sufren maltrato les diría que levantaran la cabeza, que escuchasen a las personas que sienten cerca, pero, principalmente, que se escuchen ellas mismas, porque sí se puede salir adelante”.
Generando Igualdad es un verdadero ejemplo para ser optimistas a la hora de afrontar la solución de este problema, pero también ilustra cómo el actual gobierno recorta (hasta un 28%, según las organizaciones que trabajan con las mujeres) el dinero que se empleaba antes para luchar contra la violencia de género. Para esta asociación, nacida en el 2000, en los últimos años “se viene notando mucho la falta de subvenciones y ayudas para financiar nuevos proyectos; aun así, nos mantenemos organizando diferentes actividades solidarias y donaciones”, reconoce Elena Cedillo, psicóloga voluntaria, que destaca que la asociación está llena de altruismo.
Rafa tiene claro que este problema hay que agarrarlo desde la raíz. La educación como el arma más poderosa para cambiar el mundo, dijo Mandela. “El problema es que no nos han enseñado a amar sin poseer”, sentencia. “Además, hay un gran nivel de hostilidad hacia la figura de la mujer desde edades muy tempranas. Es decir, los modelos de referencia que tiene una niña en series, televisión o publicidad son de una exigencia bestial”.
¿Por qué no mejora esto, si parece haber un consenso de igualdad? “No mejora porque está situación es rentable para mucha gente. Esta imagen que muestran de la mujer genera muchísimo consumo”. Rafa añade que no solo hablamos de igualdad de género, sino que este es un tema de “justicia social”.
En la asociación es inevitable que salga el tema de la situación de la mujer en España. Rodeadas de unas paredes color lila, estas mujeres reconocen que el Gobierno, con medidas como la nueva ley del aborto impulsada por el ministro Gallardón, no ayuda a mejorar la situación. Preguntas, muchas preguntas sobre la mesa. “¿Hemos avanzado o retrocedido?”, plantea una. “¿A qué se debe el reducido número de denuncias?”. En 2013, de las 54 mujeres asesinadas solo 11 habían denunciado. “¿Este problema tiene que ver con la cultura española?”, plantea otra. No hay respuestas unívocas, los análisis pueden multiplicarse y matizarse, pero las víctimas no pueden seguir esperando.
Las canciones hablan de ellas. Cantan a la fuerza necesaria para volver a empezar, a la capacidad para sobreponerse a las cadenas, a la belleza inconclusa, ponen voz a la angustia de un niño testigo del infierno y a enamorarse nuevamente de la vida. “Muchas mujeres no se atreven a salir de este pozo porque ni siquiera son capaces de identificarse como víctimas”, advierte una de las mujeres. Una cosa hay que tener clara: “Nadie te va a poder ayudar si no pides ayuda”.
En 2010, Rafa propuso a la Fundación RAIS un proyecto con características parecidas, conocido como Fábrica de Canciones. “Ese proyecto surgió de una pregunta que yo me hacía cuando veía a una persona en la calle viviendo a la intemperie. Me preguntaba qué historia había detrás de estas personas. Sentía la necesidad de hacer algo”, nos cuenta. Y eso hizo: dio la oportunidad de participar a personas sin hogar (según el INE, en torno a 30.000) en el proceso creativo de la propia composición de las canciones. Rafa se niega a creer que haya personas sin capacidad artística creativa; la diferencia está en las oportunidades, porque todo el mundo tiene algo que contar. Por eso, “estas canciones están hechas de historias y con ellas se intenta que la sociedad se acerque a esta realidad trascendiendo el estereotipo”.
Allí conoció a Óliver, un joven guineano que fue víctima de un desahucio, uno más del medio millón que acumula ya España. Este joven reconoce que en los primeros días de taller no abría la boca. Su timidez fue una losa. Esa vergüenza fue apagándose hasta que se vio dando palmas y sonriendo a rabiar: “Fíjate si he cambiado, que en clase ahora me han elegido delegado”. Entre un cartón y un pupitre hay una distancia considerable. Óliver lo sabe y tal vez por eso admira a Rafa: “Para mí…, es un ángel. No tengo palabras. No sé cómo lo hace. Él podría haberse dedicado a la música como hacen la mayoría de los artistas: recibiendo aplausos en los escenarios y firmando autógrafos. Pero tuvo el coraje de acercarse a nosotros y devolvernos a la vida”.
Óliver tiene un pasado y, como Laura, ha sabido derribarlo, entenderlo. Este joven se lamenta: “La gente es consciente de lo que supone vivir en la calle, pero nadie hace nada. Muy pocas personas se atreven a acercarse a hablar con una persona tirada en la acera”. ¿Por qué existe esa brecha? Rafa no duda y responde: “Tiene mucho que ver con este sistema fallido basado en el miedo y en la desconfianza. La gente se pone unas barreras que impiden comportarse con naturalidad, como seres humanos”.
“A mí, Fábrica de Canciones me ha devuelto la música. He vuelto a tararear por la calle”, dice uno de los miembros del taller. Volver a tararear… La música como vehículo para cerrar las heridas del pasado y crear vínculos fuertes con las personas.
A Rafa hay una frase que le gusta subrayar: “La música llega donde no alcanza la palabra”.

Los antidisturbios también entran al teatro


Alerta roja: La cada vez más apabullante presencia de efectivos antidisturbios en las manifestaciones va poco a poco metiendo en la cabeza de la gente que protestar en la calle puede ser un acto peligroso. Eso puede minar el derecho a protestar libremente. ¿Cómo se sienten esos policías de casco y porra que ejecutan órdenes? ¿Piensan algo? ¿Se asoman a algún tipo de vacío? Es lo que plantea la obra ‘El antidisturbios’, que se representa en Madrid, en el Teatro del Arte.
Un amigo extremeño que ha venido a estudiar a Madrid me contaba recientemente que siempre que visita el centro de la ciudad se encuentra con alguna protesta ciudadana, una masa indignada que en pocas horas se dispersa por una carga policial. “Nunca he visto tantas porras y cascos juntos, acho”, decía. Tiene razón. La capital está presentando un escenario cada vez más gris y tenso. Como diría mi abuelo, recuerda a las peores épocas. En este escenario, uno de los actores principales es el antidisturbios. Su figura se ha convertido en algo terriblemente familiar. Hasta el punto de que no llama la atención su numerosa presencia, y debería llamarla. Muchos nos preguntamos sobre la figura de los antidisturbios. Esos grandes desconocidos no dejan de ser personas. ¿Cómo se puede sentir un antidisturbios en un operativo? ¿Qué pasa cuando se desabrocha los cordones de las botas y abandona el casco? ¿En qué piensa? ¿A quién defiende? ¿Se siente utilizado? ¿Le duele el dolor que genera?
A este aluvión de incógnitas pretende responder El Antidisturbios. Una obra de teatro escrita por Félix Estaire y dirigida por Patricia Benedicto, que se representa desde que comenzó el año y cuyo éxito ha llevado a prolongar su programación durante todos los sábados de febrero en el Teatro del Arte de Lavapiés.
La obra habla del agente 1245 del Cuerpo Nacional de Policía, perteneciente a la Unidad de Intervención Policial, los conocidos como “antidisturbios”. Un día este policía, viudo y cuya hija se presenta como una tenaz activista a la que ama, recibe una carta en la que le comunican su prejubilación y su reconocimiento con la Medalla de Oro del Congreso al Mérito Profesional. El antidisturbios, ante el vacío que supone para él esta noticia, se enfrenta a su pasado y reflexiona sobre su trabajo y sobre las órdenes que ha ejecutado en su vida. En esta soledad que sufre, desplazado del sistema, también encuentra aciertos y motivos por los que sentirse orgulloso. Su propia hija, interpretada por Lucía Barrado, le hace reconsiderar su papel en la sociedad hasta el punto de cuestionarse lo que había sido su vida: su obligación, el trabajo.
“El Antidisturbios nace de no saber cómo gestionar esa rabia que te genera ir a una manifestación a gritar con las manos en alto y recibir tres hostias”, explica el autor, Félix Estaire, que también se dedica a la interpretación y a la docencia de las artes escénicas y es miembro de la compañía Teatro de Acción Candente. El escritor buscó el momento en el que todo ser humano se queda solo y reflexiona sobre lo que ha hecho. “Por eso, me extrañaba cómo se puede aceptar tranquilamente una persona después de dedicarse a esto cada día”.
En el proceso de creación, Estaire se reunió con un antidisturbios, “pero ni ha querido que saliese su nombre, ni ningún tipo de agradecimiento, ni siquiera ha ido a ver la obra”. La función no va dirigida a ningún colectivo en especial. Es más, se considera para todos los públicos, porque hay algo que le gustaría a Estaire: “Que se erradicara esta política del miedo en la que una madre no puede acudir a una manifestación con su hijo porque corre el riesgo de que carguen. Ese niño crecerá con la idea de que una manifestación es un sitio peligroso. De esta manera, se perderá la concepción del derecho a protestar libremente ante cualquier injusticia”.

Terrorista quién, democracia dónde” gritan las pancartas en las manifestaciones. La obra juega con varios elementos; entre ellos, el diccionario. “El uso correcto de las palabras es muy importante”, subraya Estaire. “Un político menciona los actos vandálicos de una protesta como ‘terroristas’, pero, vamos a ver, yo no creo que quemar un contenedor sea un acto para infundir terror, en cambio un porrazo sí”. Ni hablemos de un desahucio con toda la violencia de un despliegue policial .
Eugenio Gómez, padre de dos hijos, encarna al agente 1245 en escena. En su opinión, “los antidisturbios desarrollan una actividad muy complicada y es verdaderamente difícil ponerse en su lugar”. Este actor, que en la función pisa, respira y habla con la misma firmeza y frialdad de un antidisturbios, invita a ir más allá de la mera violencia de una carga policial.“Nos tenemos que parar a pensar en que interesa que haya disturbios para así devaluar la protesta. En cierto modo están siendo un cuerpo utilizado”.

Todas estas dudas se las planteamos a un policía con características parecidas: ex-antidisturbios y padre. Pero real. De carne y hueso, casco y porra. “La principal función de los UIP es asegurar el derecho a manifestarse de cada ciudadano”, asegura Roberto (nombre ficticio por motivos de privacidad), que subraya la excepcionalidad de las cargas, aunque en la tele o en Internet sea en lo que insisten. ¿Qué ocurriría si un antidisturbios se niega a hacer su trabajo? “El trabajador estaría cometiendo un delito, porque estaría incumpliendo la ley”. Me pregunto si este huracán que llaman crisis no afecta indirectamente a ningún antidisturbios: “Todo lo que le pasa a la sociedad está presente en nuestro trabajo: familias afectadas por las hipotecas, paro, subida de impuestos, recortes en servicios públicos… Pero te vuelves aséptico (voy al diccionario y veo que ‘asepsia’ es el estado libre de infección). Esto es como una burbuja”. Esta capacidad de aislamiento se explica a partir de un difícil proceso de incorporación al cuerpo policial y una formación exhaustiva, tanto física como psicológica, cuando ya eres miembro de la UIP. Además, hay que recalcar que muchos antidisturbios demandan este servicio por su jugoso sueldo extra.
Un caso complejo. Difícil de considerar desde la realidad de cada individuo. Por eso, El Antidisturbios nos lleva a ponernos en el lugar de este personaje cada vez más cotidiano en nuestras calles como consecuencia de un sistema que no funciona. El antidisturbios ejecuta órdenes sin aparente reflexión, manchándose las manos mientras que los que mandan las mantienen limpias. Impolutas. Ese irracional “me dicen y hago” que adoptan los antidisturbios genera odio en personas que no conocen qué hay debajo de esa armadura, escudo y casco.
La obra que ha escrito Estaire no ataca ni defiende la postura del antidisturbios; se trata de abrir un espacio de diálogo y reflexión, de intentar comprender el funcionamiento psicológico del ser humano ante estas situaciones extremas.
Otro de los elementos que aparecen en la función es la ceguera progresiva. Se relaciona con la presencia de cámaras y televisores en escena, que representan varios puntos de vista que se van apagando a medida que avanza la historia. Finalmente queda una única perspectiva: la del espectador.
“Os he contado mi verdad, no la verdad. En esta sociedad no caben las verdades absolutas”, cierra el agente 1245.
PD: Los antidisturbios tienen 10 entradas gratis cada función.