miércoles, 1 de mayo de 2013

Introducción a unas fábulas para animales

Durante muchos siglos
la costumbre fue ésta:
aleccionar al hombre con historias 
a cargo de animales de voz docta, 
de solemne ademán o astutas tretas, 
tercos en la maldad y en la codicia
o necios como el ser al que glosaban.
La humanidad les debe
parte de su virtud y su sapiencia
a asnos y leones, ratas, cuervos
zorros, osos, cigarras y otros bichos
que sirvieron de ejemplo y moraleja, 
de estímulo también y de escarmiento
en las ajenas testas animales,
al imaginativo y sutil griego, 
al severo romano, al refinado
europeo, 
al hombre occidental, sin ir más lejos.

Hoy quiero -y perdonad la petulancia-
compensar tantos bienes recibidos
del gremio irracional
describiendo algún hecho sintomático,
algún matiz de la conducta humana
que acaso pueda ser educativo
para las aves y para los peces, 
para los celentéreos y mamíferos,
dirigido lo mismo a las amebas 
más simples
como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejó atrás la adolescencia 
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea 
más perro,
y el zorro más traidor, 
y el león más feroz y sanguinario, 
y el asno como dicen que es el asno, 
y el buey más inhibido y menos toro.


A toda bestia que pretenda
perfeccionarse como tal -ya sea
con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente-
no cesaré de darle este consejo:

que observe al homo sapiens, y que aprenda...

Ángel González
Grado elemental

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