jueves, 13 de marzo de 2014

Alcaldesas pirómanas


La alcaldesa del Pinto, Miriam Rabaneda, no se ha reunido con los trabajadores de Aserpinto desde que llegó a la alcaldía hace dos años. Tras una semana de huelga indefinida, nuestra alcaldesa sigue sin sentarse a negociar con los trabajadores de la empresa –todavía- pública. Algunos nos preguntamos: ¿a qué espera para dar la cara y explicar la situación del pueblo?
La huelga indefinida de Aserpinto huele igual de mal que la huelga de los servicios de limpieza y jardinería de Madrid de hace un mes: alcaldesas, mismo partido político, mismas empresas, posibles despidos, bajadas brutales de sueldos, lucha ejemplar de trabajadores, medios de comunicación difamadores y mierda. Mucha mierda.
Los peleones barrenderos de Madrid han significado un ejemplo de lucha para el resto de colectivos oprimidos por la fuerza del enemigo. Ganaron una batalla, pero no la guerra.
Los trabajadores de Aserpinto han cogido el relevo. Hoy se cumple una semana del inicio de la huelga y algunos decían que no iban a durar ni dos días. La unión de los trabajadores se amontona, como las bolsas de basura en los contenedores. Bueno, algunos, no todos, porque la calle de la alcaldesa está impoluta. Lo mismo ocurría en la calle Serrano o en el Barrio de Salamanca un mes atrás. Calles y barrios mentirosos, pues no muestran la cruda realidad de nuestro país.
Acostumbrados a la opacidad del sistema político de nuestro país, Rabaneda es un caso insólito. Podríamos estar hablando de la política más transparente. Tan transparente, que es invisible. No se la ve por ningún lado, excepto cuando tiene que sacarse la foto con una calle recién asfaltada. No se la escucha por ningún lado, excepto cuando responde a tweets de vecinos que la toman el pelo. Invisible.
Todo lo contrario que su homóloga Ana Botella. Esta no se calla. Habla demasiado. Lo mismo te manda a tomar unarelaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor, como se retira a descansar a un balneario en Portugal después de dar el pésame a las familias de las chicas fallecidas en la avalancha del Madrid Arena.
Mientras Ana Botella echaba leña al fuego hace un mes diciendo que la huelga de basura era “un problema entre las empresas y los trabajadores”, Miriam Rabaneda manda una carta a cada vecino –escrita presuntamente por ella- en la que explica, agarrándose donde puede, por qué el pueblo parece un vertedero. La ineptitud y el cinismo.
No sé qué dos posturas prefiero. Tal vez ninguna.
“Durante la huelga indefinida de Aserpinto convocada por UGT, CGT y CCOO” reflexionas y encuentras muchos disparates: un concejal de Educación del PP llorando la muerte de Mandela cuando el partido al que pertenece deja sin derecho a curarse a personas sin papeles. Lo que se llama un “apartheid sanitario”.
Otro disparate: ¿cómo puede ser Aserpinto inviable siendo una empresa pública, sin necesidad de ganancias, mientras que siendo privada, sí es viable aún exigiendo un porcentaje de beneficios? O son unos pésimos gestores, o son unos pirómanos.
Mi padre se preguntaba el otro día, mientras hacíamos la cena, cómo podemos dejar la gestión de lo público, lo que es de todos, en manos de gente que no cree en lo público. Terminó de pelar las patatas y dijo que eso es como dejar de responsables del cuerpo de bomberos a un grupo de pirómanos.

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