domingo, 17 de marzo de 2013

31/12/2012


JUEVES, 3 DE ENERO DE 2013

Faltan unas horas para despedir este año 2012, maravilloso en lo personal. En cuanto a lo general, hay que estar ciego y ser sordo para no ver y escuchar lo difícil que están las cosas para la mayoría de habitantes de este planeta. Día a día, vemos como nuestra brutal "Crisis" se tira por el tobogán y no deja de subirse al columpio en el parque de nuestro barrio. Crisis de economía, de valores, de ideales...
Crisis de todo y de nada. ¡¡Vete tu a saber qué es eso de Crisis!!
Repito, en cuanto a lo personal, este 2012 ha sido un año fantástico. Por eso, puedo sentirme un verdadero afortunado.Por el simple hecho de poder haber dormido hoy bajo un techo, soy un afortunado. También soy un afortunado por poder celebrar estos días tan especiales (como todos los del año) con una familia que se quiere. Esta forma de saborear la vida puede ser vista de muchas maneras, pero yo la saboreo así. Reconozco que a veces me cuesta, porque tengo tan impregnado ese asqueroso egoísmo humano del mundo occidental que no te deja saborear cada uno de los sabores que la vida ofrece.

"Yo, soy yo y mi circunstancia" decía Ortega y Gasset. Hay veces que odio mis circunstancias y me gustaría conocer otras para valorar lo que tengo. Vivir otra realidad para darme cuenta de mi suerte.
Este año he tenido la fortuna de acercarme a otra realidad y, desde ahí, conocer y saborear mi realidad.


Mientras me visto para bajar a cenar me paro a pensar con qué me quedo de este 2012.


Foto: José Luis Cuesta
Foto: José Luis Cuesta
Rápidamente, viajo a Camerún: recuerdo la densidad y el verdor de la selva de Bahamenda, que no tenía fin; la inolvidable mañana en la playa de Kribi; la dolorosa tensión que sufrían las piernas cuando visitabas las letrinas; la caminata de 8 horas recorriendo los poblados de Widicum hasta llegar a un lugar inhóspito presidido por un puente colgante que cruzan a diario mujeres cargadas de plátanos; las noches contemplando los cielos repletos de estrellas y libres de contaminación humana; la imponente figura del sultán de Faumban; las lágrimas derramadas por contemplar el baile de unos niños que entregan todo lo que tienen de la forma más sincera y real que jamás he visto; la especial mañana de los partidos de fútbol con los niños, concretamente, Alex y Steve; la pegajosa humedad al bajar del avión; el inolvidable olor a pescado del puerto de Limbe; el poder vivir, de sobra, con 5 camisetas, dos pantalones y unas botas; el conocer a Mandela por cantar Sexion D'Assaut mientras cargábamos libros dando forma a una escuela; la inolvidable vista nocturna de Yaoundé desde una colina; las toneladas de Relec impregnadas en nuestro cuerpo para protegernos de los mosquitos; el trago de Coca-Cola en la Embajada de España; las deseadas e irregulares duchas con agua fría en menos de 30 segundos, aún así inmejorables; la impagable oportunidad que tuvimos de adentrarnos en la selva para conocer la timidez de los pigmeos Baka en Bengbis; las charlas con José Luis Cuesta sobre la situación del periodismo actual y la forma tan humana de compartir su experiencias vividas; la cara de tonto que se te queda cuando un chimpancé te da una colleja o ves cómo intenta atar unos cordones (somos tan cercanos);

Foto: José Luis Cuesta

la eterna espera de la potabilización del agua; las noches escribiendo en nuestro diario de viaje antes de dormir sobre el suelo escoltados por nuestras compartidas mosquiteras; las maravillosas personas que he conocido en el viaje, con las que sigo caminando a día de hoy; la tierra rojiza de los caminos que levantaban el mejor maquillaje posible en forma de polvo; el baile alrededor del fuego junto a la tribu de los Bagueli, sintiéndome como ellos, exactamente igual, sin distinción de color de piel; las conversaciones con cameruneses en los exóticos mercados y la impotencia de no saber más francés para conocer mejor a esa gente; la música, la comida, las heridas, los colores, el baile, las sonrisas, el amor, las miradas, los olores, la suciedad, la sinceridad, el sufrimiento, la satisfacción, el ritmo, las voces, los enfados, las conversaciones, las lágrimas, los abrazos, las sorpresas, el sueño, el aprendizaje, la humedad, las pieles, las mujeres, la fuerza, las risas, los pasos, las ganas, el miedo, el sudor, la suerte... 
Me dejo muchísimos momentos. Muchísimos. Creo que mi incapacidad para la redacción y la infinidad del lenguaje no dan para expresar lo que sentí durante esos 23 días. Esos 23 días en los que conocí otras formas de vida, otras culturas, otra realidad, que me permitió contrastarla con la mía y sacar conclusiones día a día. Hoy sigo tirando de hilos y encontrando cosas sobre las que pensar y reflexionar. Rescato una frase de un monitor del que aprendí mucho, Guillem dijo: "Te sientes en deuda con esta gente" Y es así, todo lo que me aportaron esas personas en tan poco tiempo crea una deuda que parece no tener fin.


Foto: José Luis Cuesta






Por eso creo que mi viaje todavía sigue vivo y no creo que muera.
Foto: Alba Saiz (expedicionaria de MRS)
Sin embargo, sí encuentro un nacimiento para mi viaje. Este empezó cuando un amigo de mi hermano, Diego, me contó que fue elegido por Madrid Rumbo al Sur para viajar a Marruecos y al Sáhara (por cierto, ahora se encuentra allí). A partir de ahí, dentro de mí, empezó a formarse un deseo vital de ser seleccionado para vivir una experiencia como esa. Dada mi edad, tuve que esperar unos años para que pudiera inscribirme. Ansiaba el momento de ponerme en frente de un papel y hacer mi trabajo para estar dentro de los 300 seleccionados, en primera instancia.
Ese momento llegó y pasé la primera prueba. No sé cómo, también tuve las suerte de pasar la segunda prueba, la de entrevistas, y ser uno de los 200 guerreros y guerreras que darían hasta su última gota de sudor en la tercera y última prueba, la física. Después de un fin de semana de talleres de Cooperación, caminatas, acampada, rutas y mucha escucha volví a casa con la esperanza de ser uno de los 100 seleccionados para disfrutar del viaje a Camerún.
Nunca olvidaré el momento en que abrí la lista de los definitivamente seleccionados y vi mi nombre. Satisfacción y una alegría inmensa. Se podía hablar de un sueño hecho realidad. No me lo creía. (Sigo sin creérmelo, hay veces que me sorprendo cuando veo la camiseta verde de Madrid Rumbo al Sur en mi armario). Me sentía un jodido afortunado.
A partir de ahí todo eran ganas. Ganas de empezar, de vacunarse, de conocer a personas, de entender, de viajar, de moverme... unas ganas terribles de cualquier cosa relacionada con el viaje. Ansia por disfrutar esa oportunidad.
Es hoy, el último día de este inolvidable 2012 cuando me doy cuenta de lo afortunado que soy. No sólo por esos 23 días. Por todo.



Foto: José Luis Cuesta

Aprovecho para agradecer, a quien haya que agradecer (ningún Dios), el regalo que ha sido este año para mi. Año en el que he crecido, he aprendido, he pisado suelo nuevo, respirado distinto aire, comido diferente comida, conocido bellísimas personas y vivido otra realidad.

Vídeo de fotos del viaje. By José Luis Cuesta: http://vimeo.com/51809582#at=0

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